A menudo, caemos en conclusiones simplistas al enfrentar conflictos: los vemos como conversaciones evitadas, como falta de coraje para abordar lo difícil, optando por mantener el statu quo. Lamentablemente, al descuidar las acciones necesarias, los conflictos pueden estallar en momentos críticos.
Pero, ¿cuáles son las verdaderas repercusiones en la salud mental de nuestros equipos al evitar los conflictos?
La repetición de situaciones incómodas en el trabajo puede desencadenar desmotivación, insatisfacción, ansiedad, estrés o frustración. Incluso puede conducir a trastornos como el abuso de sustancias, la agresividad o el aislamiento en la organización.
¿Cómo manejamos estos conflictos en el trabajo? ¿De manera preventiva o reactiva?
Es esencial encontrar un equilibrio entre ambas, priorizar la resolución de raíz es crucial, esto implica dotar a los equipos de habilidades específicas para gestionar conflictos y crisis.
Para abordar conflictos, contamos con herramientas como la comunicación asertiva, la gestión emocional, la negociación, el establecimiento de acuerdos y la creación de vínculos entre equipos, trabajando juntos para encontrar soluciones responsables y colaborativas.
Además, es necesario realizar chequeos periódicos, especialmente en momentos de presión y cambio, para evaluar la situación y aplicar estrategias adaptativas.
Cuando nos encontramos en una dinámica que nos impide detenernos y reflexionar, necesitamos una mirada objetiva para identificar y priorizar conflictos, construyendo así una estrategia de abordaje efectiva.